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La Historia del arte está repleta de cuadros con rostro de mujer. La Gioconda, La joven de la perla, Las tres Gracias, La Maja vestida, El nacimiento de Venus, Las hilanderas… cuadros conocidos por todos que tienen un aspecto en común: han sido pintados por hombres.

Las mujeres siempre han sido musas, pero también han sido artistas. El siglo XIX, el conocido como “siglo de las luces”, arrojó muchas sombras en lo que a la creación de la Historia del arte se refiere. Los nombres masculinos coparon la historiografía artística, al tiempo que se borraron los nombres de pintoras que, también, hicieron historia.

Hoy, te descubrimos los cuadros más famosos pintados por mujeres, algunos de los cuales fueron atribuidos, consciente o inconscientemente, a hombres, pues a las mujeres no se las consideraba dotadas de ese genio creativo requerido para el arte de la pintura.

Mesa con mantel, salero, taza dorada, pastel, jarra, plato de porcelana con aceitunas y aves asadas, Clara Peeters

Clara Peeters fue una pintora nacida a finales del siglo XVI en Amberes.

Se dedicó, especialmente, a la representación de los bodegones, un género en el que, además de representar objetos cotidianos con gran realismo, se encerraba un gran contenido metafórico sobre la fugacidad de la vida y del tiempo.

La destreza de Peeters fue tal, que incluía sus autorretratos en los reflejos de las copas y jarras de sus bodegones.

Autorretrato tocando la espineta, Lavinia Fontana

En el siglo XVI encontramos una pintora que destacó en el género del retrato: Lavinia Fontana. Formada en el taller paterno, gozó de una enorme popularidad en su tiempo. Tal es así, que recibió la invitación para convertirse en la retratista de la Santa Sede a sus casi cincuenta años.

La obra Autorretrato tocando la espineta, es una de las más famosas de la pintora, donde se representa tocando un instrumento de la familia del clavecín, demostrando su virtuosismo y formación. En el fondo incluye un caballete, con lo que Lavinia muestra con orgullo su profesión.

El Cid, Rosa Bonheur

La artista del siglo XIX, Rosa Bonheur gozó del mayor reconocimiento académico. Se especializó en las pinturas de animales, como muestra una de sus obras más famosas: El Cid.

La representación de leones ocupa gran parte de la producción pictórica de Bonheur, animales que llegó a tener en su propia finca, a las afueras de París, y que empleó como modelos de sus obras.

En esta obra, no estamos ante una mera representación de un león, sino ante un retrato de un ejemplar en concreto, con un tratamiento dotado de humanidad, en el que se ensalza una animalidad salvaje y libre.

Esta obra permaneció oculta en los almacenes del Museo del Prado durante 140 años.

Autorretrato como Alegoría de la pintura, Artemisia Gentileschi

Una de las pintoras más famosas del barroco es, sin duda, Artemisia Gentileschi. Fue una de las figuras artísticas más reconocidas en toda Europa, pues viajó por Italia y por Inglaterra, donde gozó del aprecio de la nobleza inglesa.

En esta obra, Artemisia se representa como Alegoría de la pintura, algo que solo podían hacer las mujeres ya que, las alegorías, son figuras femeninas.

Con la paleta en su mano izquierda, el pincel en la derecha y ataviada con la vestimenta del momento, Artemisia se representa en plena creación pictórica, mostrando su oficio como una tarea tanto intelectual como física, de ahí que aparezca despeinada y con la frente brillante por el sudor.

Estramonio. Flor blanca n 1, Georgia O’Keeffe

Esta obra se corresponde con la pintura más cara vendida en subasta por una pintora.

La obra de Georgia O’Keeffe alcanzó 44 millones de dólares en 2014, una cifra todavía muy lejana a la alcanzada por la más cara pintada por un hombre: 450 millones. ¿La pintura? Salvator Mundi, atribuida a Leonardo Da Vinci. ¿Quieres conocer más acerca de esta y otras millonarias pinturas? Echa un vistazo a los artículos de lomejordetodo.top

Las flores son un motivo constante en la obra de O’Keeffe, lo que podría representar el estrecho vínculo que une a la pintora y al mundo vegetal, así como su deseo de que, las personas, nos detuviéramos a admirar la belleza de las flores.

En palabras de la artista: “La mayoría de la gente en la ciudad corre de un lado a otro y no tienen tiempo para mirar una flor. Quiero que la vean, quieran o no”.

Autorretrato con sombrero de paja, Élisabeth Vigée Le Brun

Este óleo, realizado hacia 1782, representó la aspiración de muchas mujeres a liberarse de las limitaciones impuestas por la moda y reafirmarse por sus logros y méritos.

Esta prolífica pintora francesa realizó más de 800 retratos. De hecho, fue la retratista preferida de la reina María Antonieta, que posó para ella en más de 35 ocasiones. En sus autorretratos, como vemos en la imagen, encarnó un nuevo ideal femenino, en el que se reafirmaba su profesión como artista.

Autorretrato, Judith Leyster

Pintora del siglo de oro neerlandés, cuyas obras fueron atribuidas, en su gran mayoría, a su compatriota, Frans Hals, y a su marido, Jan Miense Molenaer.

No sería hasta dos siglos después de la muerte de la pintora, cuando se empezaría a reconocer su autoría. Pese a ello, en su época, su pintora fue muy apreciada y destacó en géneros como el retrato y el bodegón.

Autorretrato con caballete, Sofonisba Anguissola

Sofonisba Anguissola fue una de las retratistas más famosas del siglo XVII. Nacida en Cremona, fue invitada a la corte de Felipe II como dama de compañía de la reina Isabel de Valois, donde continuó haciendo retratos.

En este autorretrato, Sofonisba se representa como pintora, realizando un cuadro devocional de la Virgen con el niño, rodeada de los instrumentos propios de la disciplina pictórica.

Autorretrato en un Bugatti verde, Tamara de Lempika

Hacia comienzos del siglo XX, la pintora por excelencia del movimiento Art Decó, nos legó este famoso autorretrato.

La artista se pintó a sí misma para la portada de una revista de moda alemana, en la que buscaban una imagen de mujer independiente. Así, Tamara de Lempika se retrató como una mujer moderna, manejando un lujoso coche por la ciudad.

Susana y los viejos, Artemisia Gentileschi

Obra de 1610 de la mencionada artista, Artemisia Gentileschi. La mirada de la pintora es radicalmente distinta a la que, hasta el momento, habían proyectado los pintores sobre este tema.

Se trata del episodio bíblico de Susana y los viejos, que cuenta cómo dos ancianos observan a Susana durante el baño. Esta, al denunciarles, la acusaron de adulterio, por lo que fue condenada a la lapidación.

La mirada de Artemisia ante este episodio es de denuncia ante el acto cometido por los viejos, mientras que, otros pintores, como Tintoretto, se centraron en mostrar el contenido erótico de la escena.

Autorretrato con collar de espinas, Frida Kahlo

Pintado hacia 1940, es uno de los autorretratos más famosos de la pintora mexicana, Frida Kahlo.

Realizada en una época de crisis de su matrimonio con el también pintor Diego Rivera, la obra de Frida muestra el dolor y la soledad, a través del collar de espinas, para reflejar el sufrimiento que le ocasionó su separación con Rivera.

El retrato de Felipe II, Sofonisba Anguissola

Se trata del retrato por excelencia del monarca Felipe II.

Realizado por Sofonisba Anguissola durante su estancia en la Corte de los Austrias, se muestra al rey de acuerdo a los cánones del retrato monárquico de esta dinastía: fondo oscuro, vestimenta elegante y sobria, y únicamente distinguido por el Toisón de Oro.

Esta obra fue atribuida durante siglos al pintor Juan Pantoja de la Cruz, retratista de los últimos años de reinado de Felipe II.